miércoles, 6 de abril de 2011

Algo igual, quizás; algo mejor, imposible

No creo que existán calificativos suficientes como para describir lo vivido el martes en Madrid. Partimos hacia la capital a las 7 de la mañana, y tras un largo viaje, llegamos algo antes de las 2 de la tarde a tierras madrileñas. Nada más llegar y con entradas en mano, nos fuimos a almorzar y a tomar algo para hacer tiempo. Luego, mientras nos dirigiamos a la tienda del Bernabéu, nos encontramos a Emilio Butragueño, inmortalizando el momento.

Faltaban un par de horas para la apertura del estadio, y posiblemente, eramos de los únicos que ambientaban los alrededores del Bernabéu, incluso las cámaras de foto y televisión se acercaban a nosotros para mostrar locura.

Ya dentro del estadio aguardabamos con ilusión un partido que nos podría acercar a semifinales de Champions, partido que no jugamos desde la novena, pero sabiendo que en frente tendríamos un rival muy complicado y secundado por un gran número de aficionados.

Pero la afición que de verdad estuvo inmensa fue la blanca, con un estadio que no paraba de gritar y cantar, y que recibió al equipo con un gran tifo en el que se podía leer "Hasta el final, vamos Real". El estadio era una fiesta destacando el fondo sur y el "gallinero" que no paraban de achuchar.

El partido fue un baño blanco sobre todo en la segunda parte. Todo se nos puso pronto de cara con el gol de Adebayor (ídolo de la noche), y la absurda pero clara expulsión de Peter Crouch, aunque eso sí, la primera parte estuvo bien controlada por el Tottenham que no recibió muchas ocasiones pero cometió un penalti de libro con manos de Dawson.

La segunda parte fue un recital del Real. En completa comunión con su afición, los blancos liderados por Marcelo y Xabi Alonso deleitaron a su público con un baño de fútbol ofensivo, que se vío recompensado con tres goles más, un plumazo de cabeza de Manolito, un auténtico golazo de Di María, y una empalada de Cristiano a un gran pase de un Kaka' que reaparecia tras varias semanas fuera.

El partido acabó con un público que seguía cantando y una afición que se ve ya en las semifinales de Champions, que salvo sorpresa mayúscula, deparará un clásico que promete ser de infarto.

En la vuelta a casa, ya reventados, la satisfacción se mostraba en nuestros rostros, y los cánticos de la grada blanca no se iban de nuestras cabezas. El viaje se puede calificar de 10, y el próximo año, esperamos repetir con algo similar, porque mejor, es imposible.

Hala Madrid


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